Los Baños Califales del Alcázar en Córdoba representan uno de los testimonios más vivos del esplendor del Califato Omeya, construidos en el siglo X como parte del palacio real. Descubiertos por casualidad en 1903 durante obras en el Campo Santo de los Mártires, estos hammam no solo servían para la higiene, sino como espacios de encuentro político y social para el califa Al-Hakam II y su corte.
Construidos hacia el año 961 durante el califato de Al-Hakam II, estos baños pertenecían al majestuoso Alcázar Omeya —hoy desaparecido—, epicentro del poder político y religioso en una Córdoba que contaba con hasta 600 hammam públicos en su apogeo. Reutilizados por almorávides y almohades en épocas posteriores, fueron testigos de trances sangrientos, como el asesinato del califa Alí ibn Hammud en 1018 a manos de sus esclavos en la sala caliente. Tras su restauración y reapertura al público en 2006, invitan hoy a un viaje sensorial que rescata el lujo y la sofisticación de la vida cortesana andalusí
Estructura y salas principales
El conjunto se organiza en estancias conectadas por arcos y columnas de mármol, con bóvedas estrelladas y lucernarios que filtraban la luz. El vestuario (bayt al-maslaj) daba paso a las letrinas, la sala fría para la purificación espiritual, la templada —corazón del baño, usada para recepciones y masajes— y la caliente con su horno y caldera para vapor y friegas. Elementos como yeserías almohades y pinturas murales a la almagra destacan su evolución arquitectónica.






No hay comentarios:
Publicar un comentario