viernes, 19 de diciembre de 2025

Córdoba descubre la infancia en el antiguo Egipto

Córdoba se ha convertido estos meses en un inesperado puente con las orillas del Nilo gracias a la exposición “El despertar a la vida. Infancia y adolescencia en el Antiguo Egipto”, un recorrido fascinante por cómo nacían, crecían y se hacían adultos los niños en la civilización faraónica. Lejos de centrarse en faraones y tumbas monumentales, la muestra nos invita a mirar a Egipto desde abajo, desde las casas, las escuelas, los patios de juego y los espacios íntimos donde se tejía la vida cotidiana.​



Dos sedes para un viaje en el tiempo

La exposición se reparte entre la Sala Vimcorsa, donde se exhiben las piezas arqueológicas, y la Sala Orive, que acoge una instalación audiovisual inmersiva que nos sumerge en escenas de la vida diaria a orillas del Nilo. El acceso es gratuito y el proyecto cuenta con el impulso del Ayuntamiento de Córdoba y la colaboración de Eulen Art, lo que ha permitido reunir un conjunto de piezas que normalmente se encuentran dispersas en museos europeos y españoles.​



En Vimcorsa, el visitante recorre un itinerario que se organiza como un ciclo vital: embarazo, parto, primeros años, juegos, aprendizaje, adolescencia y el momento en que esos niños pasan a integrar el mundo adulto. En Orive, en cambio, el discurso se vuelve más sensorial y envolvente, ideal para quienes necesitan imágenes y sonido para conectar emocionalmente con la historia.​



Objetos que cuentan vidas pequeñas

Uno de los grandes atractivos de esta propuesta es la selección de más de doscientas piezas, procedentes de museos internacionales y colecciones españolas, que permiten poner rostro y cuerpo a esos niños de los que apenas hablan los manuales. Hay marfiles mágicos vinculados al parto, amuletos protectores, joyas diminutas, textiles infantiles, papiros con recetas médicas y fragmentos de cerámica que cuentan historias de familia, enfermedad, juego y aprendizaje.​



Entre los objetos más singulares destacan una figura de Isis amamantando a Horus, que inevitablemente remite a iconografías posteriores de la Virgen con el Niño, o una delicada túnica de lino para un cuerpo pequeño que, pese al paso de los siglos, conserva la fragilidad de la prenda cotidiana. Frente a las grandes narrativas de la historia política, estas piezas hablan de miedos, cuidados y afectos universales: el deseo de proteger a los hijos, la preocupación por la enfermedad, la esperanza depositada en su futuro.​


La exposición insiste en la idea de que la infancia fue un pilar para la estabilidad de la sociedad egipcia, aunque tradicionalmente haya quedado en segundo plano en los estudios académicos. Los paneles, pensados para público general, explican cómo se organizaba la vida en el hogar, qué papel desempeñaban las madres y las figuras protectoras del ámbito doméstico, y cómo la religión se colaba en cada gesto, desde los amuletos que acompañaban a los bebés hasta los rituales de paso a la edad adulta



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