Hace cinco mil años, a orillas del río Nilo en África, vivió una princesa que disfrutaba del clima cálido y del paisaje mientras comía toda clase de frutas. Como ya las había probado todas, ninguna le causaba sorpresa.
En una ocasión, un príncipe que había viajado por muchos poblados y desiertos quiso agradarla y le obsequió una fruta grande, jugosa y dulce: la sandía.
La princesa quedó fascinada con su exquisito sabor y le ofreció muchas joyas al príncipe a cambio de las semillas, para sembrarlas a orillas del río. Como esa región tenía un clima seco, la sandía pronto llegó a ser muy apreciada por la cantidad de agua que tenía y alcanzó gran popularidad en las poblaciones cercanas.
A la joven se le llamó la Princesa de las Sandías por la prosperidad que la fruta le dio a su país. Desde entonces, la tradición era regalar sandías cuando se deseaba agradar a alguien, o para eventos importantes.