En diciembre, Sevilla se transformaba en un mar de luces que danzaban al ritmo de la música. Las calles del centro, adornadas con bombillas brillantes, atraían a locales y turistas por igual. Antonio, un fotógrafo apasionado, decidió capturar la magia de la Navidad en su ciudad.
Una noche, mientras paseaba por la Plaza Nueva, se encontró con una mujer mayor sentada en un banco. Su rostro reflejaba nostalgia bajo las luces titilantes.
—¿Le gustaría que le tomara una foto? —preguntó Antonio.
La mujer sonrió tímidamente. —Solo si me prometes que mostrarás cómo brillan las luces en los corazones de las personas.
Intrigado, Antonio aceptó. Mientras ajustaba su cámara, ella comenzó a hablarle sobre sus recuerdos navideños: risas familiares, villancicos y la calidez de la comunidad.
—Las luces son hermosas —dijo ella—, pero lo que realmente importa es el amor que compartimos.
Antonio tomó la foto y, al mirar a su alrededor, comprendió que las luces no solo iluminaban la ciudad; también recordaban a todos lo que significaba estar juntos. Esa noche, su corazón se llenó de gratitud por los momentos compartidos y las historias vivas que hacían brillar aún más a Sevilla.
Bonito relato
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