Hasta el próximo 2 de noviembre, Sevilla abre una de sus joyas más antiguas y enigmáticas: las Reales Atarazanas, testigos de siglos de historia, comercio y poderío naval. Las jornadas de puertas abiertas ofrecen una oportunidad única para entrar en este monumental espacio que, tras siglos de transformaciones, vuelve a resonar con las voces y pasos de los que buscan redescubrir la memoria de la ciudad.
Un paseo por el pasado
Construidas en el siglo XIII bajo el reinado de Alfonso X el Sabio, las Atarazanas sirvieron como astilleros reales donde se construyeron los grandes barcos de la Corona de Castilla. En sus naves de ladrillo y piedra aún puede sentirse el eco del trabajo de los carpinteros de ribera, el olor a madera y brea, y el rumor del río Guadalquivir que llegaba hasta sus puertas.
Durante las jornadas, los visitantes pueden recorrer sus amplias naves restauradas, conocer de cerca los hallazgos arqueológicos y descubrir cómo este recinto ha pasado de ser astillero a almacén, hospital, cuartel y, ahora, epicentro cultural.
El programa de actividades incluye visitas guiadas, exposiciones y charlas sobre el proceso de rehabilitación, así como intervenciones artísticas y experiencias visuales que dialogan con el espacio. Las Atarazanas no solo se abren al público, sino que también se llenan de vida: la historia se convierte en presente a través de la cultura, la música y la creatividad contemporánea sevillana.
Esta apertura temporal es mucho más que una visita: es una invitación a reflexionar sobre la identidad marítima de Sevilla y su papel como puerto del mundo. Desde aquí partieron expediciones hacia América, se almacenaron los tesoros del comercio ultramarino y se forjó buena parte del legado sevillano. Hoy, entrar en las Atarazanas es mirar de frente al pasado para entender mejor el futuro de la ciudad.
Subid a la planta de arriba y os llevareis una sorpresa: unas vistas de la Catedral de Sevilla y la Giralda.
Si aún no has ido, aprovecha antes del 2 de noviembre(entre las 9 y 18 horas) para descubrir este lugar excepcional. Pocas veces Sevilla se muestra tan auténtica y tan viva como entre las imponentes bóvedas de las Reales Atarazanas.

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